17 enero 2010

OVIEDO, PARAÍSO PEATONAL


Se están realizando peatonalizaciones en casi todas las ciudades de Europa, incluídas algunas españolas. No se trata de algo casual, se trata de algo lógico. Seguir convirtiendo las ciudades en aparcamientos incontrolados, seguir contaminándolas, seguir eliminado espacios para los peatones para ofrecérselos a los vehículos no tiene sentido, es insostenible.


En esta ocasión vamos a centrarnos en las peatonalizaciones que ha vivido Oviedo una ciudad en la que una de cada una de cada seis calles es peatonal y en la que se ha producido un proceso de peatonalizaciones  durante casi veinte años en el que los distintos partidos políticos en el gobierno han seguido la misma línea para transformar radicalmente la ciudad, haciéndola más sostenible, más habitable y más interesante al turismo.

Un artículo aparecido recientemente en elcomerciodigital.com, titulado Una de cada seis calles es peatonal, hace un repaso de cómo se produjo esa transformación y de cómo han ido variando las posturas de políticos, comerciantes y vecinos. Las coincidencias con Sevilla son llamativas :

"A la generación nacida en los noventa ni les tocó y otros sólo se acuerdan vagamente, pero hubo un tiempo en que Oviedo, además de ser una ciudad más sucia, afeada y ruidosa, daba libertad de paso a todos los turismos por cualquiera de sus rincones. De aquélla, en la década de los ochenta, quienes querían visitar la Catedral llevaban su vehículo casi hasta la puerta y un aparcacoches se encargaba de vigilárselo en la plaza de Alfonso II El Casto, y había que refugiarse en los portales cuando se coincidía con los autobuses públicos en las callejuelas el Antiguo.

El cambio comenzó en el centro y se ha extendido durante los últimos años por barrios como Buenavista, El Cristo, La Argañosa y Ventanielles. Una sexta parte de las más de 850 calles del callejero de la ciudad, unas 169, ya tienen al principio y final de la vía una señal de prohibido el paso a vehículos, según datos facilitados por el concejal de Vías, Benjamín Rodríguez Cabañas. La intención es que en el mapa aparezcan cada vez más vías sombreadas, símbolo de que el tránsito es limitado.

Peatonalizar Oviedo llevó tiempo y paciencia. El primer intento puntual lo hizo el fallecido alcalde Luis Riera. Probó a cerrar las calles Palacio Valdés y Pelayo de forma puntual, para ver cómo reaccionaban conductores, comerciantes y peatones. Las reabrió. El siguiente paso lo dio el socialista Antonio Masip a los dos años de hacerse con la Alcaldía. En 1983 decretó que a los pies del entonces hotel La Jirafa y del teatro Campoamor sólo se pudiera pasar caminando.

La medida no causó indiferencia. A Alberto Polledo, dueño ya en aquella época de la librería Santa Teresa, le pareció un despropósito. «Estábamos de uñas», recuerda ahora. Pelayo y Palacio Valdés eran dos de las vías de mayor tránsito comercial, con parada de autobuses y taxis. La peatonalización trajo consigo una pérdida del «movimiento comercial», aunque puede que no sólo por esta medida, sino porque coincidió con el cierre de La Jirafa, las oficinas y los bajos, ahora recuperados. Veintiséis años después, el librero rectifica: «La mejora y la calidad ambiental fue notable».

La idea de pavimentar y cortar el centro se gestó en la época socialista. «Estuvimos en Munich y en Burdeos, que ya habían empezado a ganar calle para el peatón», explica el entonces regidor. También hizo un cierre puntual, aunque más ambicioso, en las fiestas de San Mateo de 1983, el primero en que salieron del Campo de San Francisco. A pesar del escepticismo y las críticas de muchos, cortó al tráfico el Antiguo.

La experiencia también salió bien, pero según comenta, al intentar frenar la circulación de los vehículos por el casco viejo de forma definitiva se encontró con la oposición del PP y CDS. Es curioso pero fue Gabino de Lorenzo, quien antes había dado su voto negativo, el que recuperó, amplió y desarrolló el plan de transformación, acuñándolo como sello propio. «Su plan fue muy bueno, incluso mejor que el mío», reconoce ahora Masip.

Aún con las advertencias de fondo de que la medida reduciría el número de compradores en la zona comercial y generaría un foco para la población marginal, el proyecto se aprobó y se puso en marcha con el nombre de 'Plan para la protección de la zona monumental del Oviedo antiguo'. El 1 de diciembre de 1991 entró en vigor la primera fase del documento, con la prohibición del paso en los laterales de Alfonso II El Casco, Santa Ana, Oscura, Mon, Máximo y Fromestano, San Isidoro, Ecce Homo y Postigo Alto.

La anulación de dicho tramo, según refleja el anuario municipal de 1996, permitió salvaguardar la zona de 7.000 vehículos diarios. Sólo se permitió el paso conduciendo a los 52 residentes de la zona, a quienes se distribuyeron unas tarjetas con la autorización de la entrada, y otros turismos de forma excepcional, como aquellos destinados a la carga y descarga o los taxis.

De Lorenzo continúo cubriendo las calzadas de losetas el mismo año de las Olimpiadas de Barcelona y la Expo de Sevilla. La medida se extendió a partir de 1992 por la plaza de la Constitución, Trascorrales, González del Valle, el primer tramo de Gil de Jazz, Doctor Casal, que llegó hasta la calle Campoamor, o Milicias Nacionales, por citar algunas. Por el camino hubo importantes polémicas, como cuando el alcalde anunció el cierre de Uría entre Independencia y Toreno. El Ayuntamiento tuvo que defender la medida al máximo, alegando que «no era una zona fundamental de paso» y que así aumentaría la velocidad del transporte público. Por aquel entonces, pasaban un millar de autobuses al día por Uría y se subían y bajaban 919.911 viajeros. Al final también se hizo. El modelo ejecutado gustó tanto y fue tan pionero que sirvió de ejemplo para otras urbes. Alcaldes de Granada, Logroño y Santander vinieron a patear Oviedo para tomar ideas y desarrollar medidas similares en sus urbes.

Mucho ha llovido desde entonces. Tanto, que a ningún vecino se le ocurre ahora protestar por una peatonalización. Basta con mirar sólo a la calle Río San Pedro, cerrada a los coches desde el verano con fondos del 'Plan E'".

En otro artículo del mismo diario, titulado Los taxistas quieren que se exienda la prohibición a Cervantes y Asturias recuerda como en la actualidad comerciantes, taxistas, clientes y hosteleros, aplauden el corte del tráfico en diversas calles de la ciudad:

"Una calle cerrada al tráfico tiene sus limitaciones. Cuando uno recibe una visita, ésta no puede aparcar debajo de la ventana; si tiene un comercio no puede cargar y descargar a cualquier hora del día, aunque sea un minuto; y en la mayoría de los casos no hay autobuses al lado del portal de casa. Sin embargo, la mayoría de los afectados, bien sean comerciantes, taxistas, clientes y hosteleros, aplauden la medida.

El gremio de profesionales al volante está contento de que el centro de la ciudad sea peatonal. Les evita aguantar atascos y en algunos casos hasta esperar a que abra el semáforo. Para ellos, las restricciones son muy puntuales. «Podemos circular prácticamente por todos los sitios salvo por el Antiguo, donde sólo podemos coger y dejar, y por Milicias Nacionales y la plaza del Ayuntamiento», explica el presidente de la Asociación de Empresarios de Autotaxi de Asturias, Marino Esteban Álvarez.

Con más de 30 años de experiencia al volante, y circulando por la ciudad, no sólo aplaude la idea de cerrar al tráfico en general las vías de estas zonas y otras calles puntales de barrios menos céntricos, sino que pide que se extienda. «También nos gustaría que se peatonalizara la parte baja de la avenida de Galicia, Cervantes y Asturias», propone.

Aunque en sus inicios el comercio no aceptó bien la medida, ahora la respaldan. Y si no que se lo pregunten a Marta García Álvarez, de Calzados Casino, otro de los negocios más conocidos de Palacio Valdés. «La obra de aquí la hicieron en verano. Llovió mucho y todo estaba muy sucio. La experiencia se había difícil para mí, como ciudadana y trabajadora, pero ha sido muy buena».

Emilia Valle, propietaria Personajes, una de las pocas librerías de compraventa de la ciudad, Emilia Valle, sabe lo que es trabajar en una calle así desde hace apenas unos meses. Por la puerta de su negocio en Río San Pedro pasaban cientos de vehículos al día y ahora no lo hace prácticamente ninguno. «Ahora estamos felices. La gente pasea, mira los escaparates, se para a charlar en medio de la calle... Se está muy a gusto», dice como reflexión, a la que añade una bajada de la contaminación y una mejora de la calidad de vida.

El cambio de la calle Manuel Pedregal, integrada en la Ruta de los Vinos (uno de los tres grandes ejes, junto con el Antiguo y Milicias Nacionales y alrededores) llevó a Marian Costa a trasladar su galería de arte, Costa de Diego. «Como era peatonal, busqué un local», recuerda. Ahora está «contenta» con el sitio, en una zona «comercial y de paso».

Los vecinos de El Cristo también sabrán muy pronto lo que es convivir en una calle así. El presidente vecinal, Ramón del Fresno, verá como se cumple una antigua reivindicación: la peatonalización de 130 metros de la calle Burriana, convertida hoy «en un almacén de coches de zona blanca que pasan meses aparcados»".