25 julio 2010

CULTO A LA VIDA

  Texto Pablo García Gutierrez Imagen 1934 Traffic Control



Abrazamos el culto a la vida. A lo largo del siglo XX ( que para algunos ya habrá pasado a ser historia vieja ), el hombre ha ido sustituyendo la razón por la existencia. En parte, este cambio ha sido posible por la decadencia de dos de los pilares fundamentales de la cultura: la educación y la publicidad.

El ser humano ha sustituido lo metafísico, es decir, la búsqueda de la realidad, el sentido y finalidad última de todo ser, por lo vital, lo impulsivo, lo inmediato. Este cambio de actitud ha hecho que se pierdan por completo las tendencias, las aspiraciones; ha propiciado que se quiera vivir al día. Y esto potencia la temeridad, el egoísmo y el aislamiento de las personas. Todos recordamos la profética frase que hizo famosa el malogrado James Dean: Vive rápido, muere jóven y deja un bonito cadáver. Pues bien, ese culto a la vida eleva nuestras posibilidades de dejar más bien pronto un bonito cadáver.

Le hemos perdido el miedo a vivir, o mejor dicho, le hemos perdido el miedo a morir. Como dice el destacado historiador Johan Huizinga en su libro Entre las sombras del mañana. Península ( 2007 ).: Los eficaces cuidados de la técnica, de la higiene y de la ordenación sanitaria han minado al hombre, que ha perdido su antigua resignación tranquila a las deficiencias cotidianas del bienestar […], resignación que constituía la enseñanza de las generaciones pasadas. […]. Demasiado fácil se ha hecho la vida. Y al hombre, falto de fuerza moral, le ha trastornado el juicio la misma exuberancia de la vida.

Vivimos como sumergidos en una burbuja, como protegidos de las desgracias y eso nos despoja del miedo y nos cubre de temeridad. No es difícil encontrar ejemplos de este tipo en lo que nos concierne: la seguridad vial, la seguridad peatonal. Mi coche el más grande, el más potente, moderno y avanzado. Nuestra existencia marcada por el consumo, por las aspiraciones de grandeza, por la competición. Atrás los ideales, adelante con los deseos de bienestar y poder, aunque sea a costa de otros. Si el coche es grande, más espacio para ubicarlo; si es más potente, más motivos para demostrarlo.

El culto a la vida no tiene edad, aunque nos la quieran pintar joven y lozana, sin haber superado la pubertad. Eso si, por el contrario se caracteriza por la falta de sentimiento de lo correcto y de lo incorrecto, y falta de respeto a los demás. Solo importa la meta, y no lo que nos vamos encontrando por el camino. La velocidad se ha impuesto. Ni tan siquiera la superstición nos para. Antes, los coches se llenaban de amuletos contra la mala suerte. Recuerdo como para conjurarla, y por que la gente no se fiaba mucho del vehículo en el que viajaba, los salpicaderos se llenaban de vírgenes y otros símbolos. Ahora , en su mayor parte, han pasado a ser meros adornos, elementos de ostentación.

Cómo pedir desde aquí la prudencia, el cambio de actitud. Cómo hacer ver a todas aquellas personas que entran dentro del perfil anteriormente descrito, que no es malo, más bien todo lo contrario, recomendable, cambiar de actitud; que existe, no un tiempo detenido, sino un tiempo más lento, más slow; que el mejor camino entre A y B no siempre es el más rápido, sino el más seguro; a fin de cuentas, que debemos percatarnos de la necesidad de concedernos más tiempo.